¿Qué es La genialidad? Nuestra sociedad tiende a considerar como una enfermedad cualquier modo de pensamiento o comportamiento que resulte inconveniente para el sistema y esto es plausible porque cuando un individuo no se ajusta al sistema le causa dolor al individuo así como problemas al sistema. Por lo tanto, la manipulación de un individuo para ajustarlo al sistema se ve como la cura para una enfermedad y, por ende, esto se acepta como algo bueno.
La línea que separa la genialidad de la locura es muy fina, como demuestra el antiguo profesor de la Universidad de Berkeley Theodore J. Kaczynski, alias el «Unabomber», que escribió las palabras anteriores. Kaczynski tiene un coeficiente intelectual de 167. También envió por correo o entregó más de una docena de bombas caseras a varias personas entre 1978 y 1995, matando a tres e hiriendo a 23. Actualmente cumple ocho cadenas perpetuas consecutivas sin posibilidad de libertad condicional.
El escritor científico Sam Kean hizo un breve perfil de Kaczynski en su último libro, The Icepick Surgeon, en parte porque Kean tenía curiosidad: ¿por qué este claro genio cometería un crimen tan ruin? La delincuencia suele considerarse una actividad de bajo coeficiente intelectual, y la mayoría de las investigaciones científicas lo confirman. Pero cuando se trata de crímenes pocos convencionales, esta claro que es necesario cierto nivel creativo por parte de su perpetrador.
Los niveles más bajos de inteligencia están ampliamente asociados con el aumento de la conducta delictiva, aunque las razones exactas de esta correlación son muy debatidas. Sin embargo, curiosamente, esta tendencia no parece mantenerse en el caso de los individuos cuyas puntuaciones de CI les sitúan en el 0,1% superior de la inteligencia.
La línea que separa la genialidad de la locura es muy fina
El Dr. James Clinton Oleson, profesor asociado de Criminología en la Universidad de Auckland, descubrió esta fascinante información tras realizar encuestas y entrevistas anónimas a 465 miembros de una sociedad con un alto coeficiente intelectual, que poseían un coeficiente medio de 149. Comparó sus niveles de criminalidad autodeclarados con los de un grupo de control de 756 individuos «brillantes» con un CI medio de 115, quince puntos por encima de la puntuación media de la sociedad, que es de 100.
Los «genios» admitieron haber cometido más delitos en general, y en particular más delitos contra la propiedad, delitos de cuello blanco y delitos violentos.¿Por qué? ¿Por qué estos individuos tan superdotados se dedican a delinquir más a menudo que sus compañeros menos inteligentes? Kean comparte una hipótesis en su libro:
«Un fuerte predictor de problemas es un desajuste en el cerebro entre el CI y la EF, la llamada función ejecutiva. La función ejecutiva se localiza principalmente en los lóbulos frontales. Nos ayuda a gestionar nuestros impulsos, a tomar decisiones y a imponer el autocontrol, entre otras cosas. Como dijo un psicólogo, «el CI funciona como la potencia bruta del motor de un coche, mientras que la FE… funciona como la transmisión, dirigiendo la potencia» hacia fines útiles. Pero si el coeficiente intelectual de una persona supera con creces su EF, entonces se tiene un coche de carreras sin volante: el coche puede salirse de control fácilmente y hacer que su propietario se desvíe del camino del comportamiento aceptable».
Pero quizás algunas de las mejores explicaciones de la criminalidad de los genios vinieron directamente de la boca de uno de los genios anónimos a los que Oleson entrevistó.
«Yo diría que los genios cometen delitos por las mismas razones que los individuos menos dotados. Hay al menos dos excepciones que se me ocurren. En primer lugar, a veces las personas muy inteligentes desarrollan un desprecio por las leyes porque ven con demasiada facilidad la hipocresía de las personas que elaboran y aplican esas leyes. En segundo lugar, es habitual que las personas muy inteligentes sientan que su existencia carece en última instancia de sentido. Cuando uno siente que el ser no tiene sentido, entonces no es muy difícil llegar a la conclusión de que las leyes hechas por el hombre tampoco tienen sentido».
La dificultad para interactuar socialmente también puede impulsar a los individuos con un coeficiente intelectual extremadamente alto a criminalizar a los demás. Al no poder formar un vínculo social con la sociedad, las personas pueden ser más propensas a desobedecer sus leyes. Aunque imperfecto debido a su uso de autoinformes, su pequeño tamaño de muestra y su potencial sesgo de selección, el estudio de Oleson ofrece una visión única de la criminalidad de los genios.
«Las élites son tan propensas a mentir, engañar y robar como cualquier otra persona», escribió.