Los dispositivos surgieron hace quince años con el atractivo de ser menos nocivos que el tabaco normal y abrir la puerta al tabaquismo. Desde entonces, y de la mano de la explosión de usuarios, han surgido estudios científicos según los cuales el producto es tan dañino como el tradicional, aunque no se ha llegado a un consenso en torno a los riesgos. Hay mucha confusión en torno al tema. La semana pasada el Ministerio de Justicia ordenó la suspensión de la venta de vapeos, como se les llama, a 32 empresas. Además de retórica, la medida pone en evidencia la ineficiencia del Estado para combatir la venta de un artículo cuya venta está prohibida desde 2009 por decisión de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria, el mismo organismo que, en julio, mantuvo el veto tras haber sometido la cuestión a la discusión de la sociedad. Es decir, el ministerio prohibió lo que ya estaba prohibido y no señaló estrategias para evitar las ventas ilegales, realizadas en línea o en cualquier esquina.
A nivel mundial, un informe del Centro Global para la Buena Gobernanza en el Control del Tabaco en Tailandia muestra que los vaporizadores están prohibidos en 38 países, vendidos con restricciones en 81 y regulados en 42. incorporados en programas de reducción de daños, como en el Reino Unido. Allí, la electrónica se ofrece en el sistema de salud pública (NHS) como una opción para aquellos que quieren dejar de fumar. Según los datos del NHS, los fumadores tienen el doble de probabilidades de dejar de fumar que las personas que prueban la goma de mascar y los parches de nicotina. “Hemos visto grandes tasas de éxito”, dijo VEJA Louise Ross, quien participó en la implementación de vapes en la red de atención médica en 2014.
Sin embargo, los hallazgos ingleses están lejos de acabar con la polémica. Una gran cantidad de trabajos asocian el consumo de productos electrónicos con lesiones pulmonares y premalignas en la boca y la garganta. Sin embargo, aún llevará tiempo llegar a conclusiones completas. “Se necesitan décadas de exposición para tener pruebas”, dice Carlos Gil, presidente del Instituto Oncoclínicas. Por ahora, lo que se sabe es que el vapeo está relacionado con una enfermedad que afecta la función pulmonar, aunque no está relacionado con el cáncer. No es casualidad que se llamara evali, el acrónimo de «daño pulmonar asociado con el uso de productos de cigarrillos electrónicos». En 2020, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. informaron 2 800 casos y 68 muertes causadas por ella.
En Estados Unidos, por cierto, la venta está permitida desde 2016, pero es contradictoria. Una de las críticas es que los productos atraen a los jóvenes por los sabores que ofrecen. En el centro de la polémica está la empresa Juul Labs. En junio, la Administración de Drogas y Alimentos le negó la autorización para vender sus productos y apeló. El martes 6 llegó a un acuerdo por US$439 millones para abrir una investigación por su conducta publicitaria dirigida al público de 13 a 17 años. En México, donde está prohibido el vapeo, hay campañas por el derecho a usarlo, aunque se conocen problemas de salud.